viernes, 27 de abril de 2012

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA: UN AVENTURERO DESCONOCIDO (PARTE 1)




Introducción y texto galdosiano

Vuelvo de nuevo a las páginas de HISTORIA Y PRESENTE. Tras un paréntesis que aún no ha terminado del todo (creo que volveré regularmente -al igual que siempre- por los calores del estío), me veo con ganas de exponer sobre un personaje que me parece muy interesante de conocer, aún a pesar de no acabar la segunda parte de la entrada de las Cortes de Cádiz iniciada allá por el frío enero de este infausto 2012.
Con motivo de mi primer viaje al continente americano, allá por 2009, descubrí la poca o nula información que tenemos los españoles de la historia de aquél continente, no ya de su actualidad, sino de la misma época de la conquista. Una época aquella en que los conquistadores, más allá de las inevitables crueldades que trajo el accidentado contacto de ambos lados del Atlántico, escribieron gestas increíbles. Aquellas aventuras y odiseas, algunas de ellas verdaderos episodios de crueldad, como la aventura del guipuzcoano Lope Aguirre en el Amazonas, o más allá de las conocidas conquistas de Pizarro o Cortés, fueron verdaderas vidas apasionantes que -recordemos a Gonzalo Guerrero, aquél jerezano capturado por los mayas y que, tras evitar ser sacrificado, llegó a ser su cacique, acabando sus días a manos de sus antiguos compatriotas cuando conquistaban la península del Yucatán- de haber sido protagonizadas por británicos, norteamericanos u otros europeos, ya serían archiconocidos en series televisivas o relatos novelados.
Con mi tardía entrada en el mundo de Internet (me pescó algo madurito ya ese gran invento de fines del XX) y de la información tan valiosa que presta esta Biblioteca de Babel del siglo XXI en plena casa, pude ir descubriendo personajes desconocidos por el 95% de los españoles. Asignatura pendiente esa de nuestra historia en general que tenemos y que no terminamos de aprobar nunca, por fácil que se nos ponga el examen. El personaje que voy a desarrollar en una serie de entradas pude descubrirlo de la mano de mi admirado escritor don Benito Pérez Galdós. Ambientándome en alguna lectura antes de viajar al Perú cayó en mis manos una muy buena edición del Episodio Nacional número 38 u octavo de la tercera serie de la monumental –y estupenda- historia novelada de la España del siglo XIX. La serie trata del reinado efectivo de la reina castiza, la Isabelona, la de “los tristes destinos”. El Episodio en cuestión lleva por título La vuelta al mundo en la Numancia.
En estos días en que la exageradamente exportada “Marca España” hace aguas por todas partes, en que este país empieza a ser una caricatura en el mundo y verdadera venta de humo, es reconfortante saber que hace siglos hubo peninsulares cosmopolitas, muy lejos del provincianismo actual y de la sensación de fracaso nacional con sus agencias de calificación, sus primas de riesgo, riñas con países americanos por REPSOL, conductas poco éticas del rey, etc, etc. Desde este borrascoso presente, vayamos a aquel pasado sin más, sin apelativos de Edad de Oro ni nada por el estilo.
La vuelta al mundo en la Numancia se escribió en el invierno de 1906, cuando este país estaba en otra de sus quiebras y ridículos ante el mundo, y cuando aún se escuchaban los ecos del final de la guerra de Cuba y Filipinas y la humillante expulsión a patadas, cuatro siglos después, de ese continente por el todopoderoso y prepotente Tío Sam. ¡Y lo que quedaba por ver!. También en enero de 1906, cuando don Benito escribía la novela, se firmaba la Conferencia de Algeciras que tan funesta y cara nos saldría años después. En junio de 2010 ya hice una entrada sobre esta narración por si alguien quiere leerla. Veamos el texto que me trajo la curiosidad. Pertenece al capítulo XI, en el que se relata el paso del mítico Estrecho de Magallanes por la tripulación de la fragata, rumbo a la guerra del Pacífico. En él, Galdós nos habla de Sarmiento de Gamboa:
(…)
Corriéndose hacia la extremidad de Santa Ana, reconocieron las ruinas que a la primera impresión disputaron por las de Colonia de Sarmiento. Este Sarmiento fue un héroe loco, un explorador animoso y exaltado hasta el delirio, que hizo creer a Felipe II en la conveniencia de establecer, en medio de todas las desolaciones de la Naturaleza, una colonia fortificada. La expedición, que al mando de otro loco llamado Flórez, envió el Rey con aquél fin aventurero y fantástico, acabó de la manera más desastrosa. Flórez y Sarmiento riñeron con escándalo y furia en las aguas y costas de América, disputándose la precedencia. Flórez se volvió a España. Sarmiento, más terco que la misma terquedad, se dirigió al estrecho con las cinco naves que le quedaban, y aplicó toda su insana testarudez a la fundación de la plaza colonial. Innumerables hombres, que eran sin duda los más intrépidos orates de la nación, perecieron allí. A muchos se los tragó el mar en las angosturas, o en los esteros fangosos de la costa sur; otros murieron en enconada lucha fraticida; a los que se obstinaron en cimentar la absurda colonia, los aniquiló la desesperación, y, por fin, el hambre dio cuenta de los últimos.
(…)

Este texto narra una tragedia y que explicaremos paralelamente a la biografía de Pedro Sarmiento de Gamboa en la siguiente entrada. Más adelante, en otras entradas, intentaré novelar, aunque haga el “ridi”, y como hice con el obispo Mollinedo en su viaje peruano, en aquella narración del verano de 2011. Esta vez con narrador omnipotente y no en primera persona del personaje. Espero gusten estas entradas. Espero también “obligarme” a terminarlas y no dejarlas en suspenso, como sucedió con la entrada de las Cortes de Cádiz –y que terminaré por redactar-, esa segunda parte que trata, precisamente, de otro Episodio Nacional, el número ocho: Cádiz.

CONTINUARÁ